HISTORIA DEL ARCHIVO NACIONAL
Establecido por Ley del 18 de octubre de 1883, cumple con las atribuciones específicas de recibir, custodiar, preservar y hacer accesibles los recursos documentales correspondientes a las instituciones del Estado con jurisdicción nacional y, subsidiariamente, a los del sector privado que voluntariamente remitan su documentación al ABNB para su custodia permanente o eventual.
El Presidente Constitucional de Bolivia, Narciso Campero, sancionó la Ley de 18 de octubre de 1883 señalando oportunamente, cuando la guerra con Chile era todavía una amarga realidad para el país, que al conjunto de documentos republicanos que iban a formar el Archivo Nacional de Bolivia, debían incorporarse los manuscritos de la antigua Audiencia de Charcas. Este poder audiencial erigido en La Plata (hoy Sucre) en 1561 -con dependencia primero del Virreinato del Perú y a partir de 1776 del Virreinato del Río de La Plata hasta 1810, fecha en que fue reincorporada nuevamente al virreinato del Perú- tuvo una jurisdicción, que abarcó durante aproximadamente tres siglos, amplios ámbitos geográficos de la América meridional que hoy forman parte de los países limítrofes de Bolivia (Argentina, Chile, Perú y Paraguay). De la importancia económica, social y política que vivieron estas poblaciones -fundamentalmente en torno a la minería de Potosí- dan cuenta en abundancia los ricos legajos que actualmente se conservan en el ANB.
La tardía pero oportuna transferencia de los fondos coloniales al Archivo Nacional de Bolivia, después de más de medio siglo de la creación de la República, tuvo mucho que ver, sin duda, con la difícil situación en que se hallaba el patrimonio documental boliviano, el cual, según el testimonio de Gabriel René Moreno, estaba expuesto por entonces a no pocos destrozos incontrolados. Esta masiva destrucción de los documentos, coloniales y republicanos (según Gunnar Mendoza se habría destruido aproximadamente un 85% de la documentación colonial y hasta un 60% de la documentación republicana) ocasionada en parte por la acción devastadora de los ancucus (caramelos de miel con maní envueltos en documentos), de las polillas, el moho y los incendios, era producto también, en gran medida, de la acción depredadora de las mismas entidades estatales, en cuya permanente inestabilidad no fue raro que los documentos fueran irremediablemente descuidados, como sucede en gran medida todavía en la actualidad.
Antes de la creación del Archivo Nacional de Bolivia, Gabriel René-Moreno fue quien precisamente llevó a cabo en Sucre un primer intento de salvataje de los archivos, cuando “en mantas” trasladó de varios depósitos de la ciudad de Sucre a la Biblioteca Nacional de Bolivia (conocida como Biblioteca Pública) parte del importante legado documental de la Audiencia de Charcas.
A este cúmulo de manuscritos concentrados en Charcas se sumaron, como ya se ha señalado, las copiosas masas documentales de la administración estatal boliviana relativa a los siglos XIX y parte reducida del XX. Con el paso del tiempo, este rico acervo documental colonial y republicano ha sido incrementado en diversas épocas, con el aporte de los coleccionistas privados más descollantes del país, como fueron Ernest Otto Rück y Gabriel René-Moreno.